Decidimos el destino del mundo en nuestro dormitorio
cada vez que hacemos pasar la vida
por el arco de tu espalda.
Adivinamos el rito en el azar de las sábanas:
una mimética desnudez que asciende hasta la frente del mundo
para robar el fuego primero;
la claridad de la que huímos para iluminar lo oscuro.
Nos proponemos entonces coronas de espinas
y heridas laterales que nos acercan hasta la sorpresa.
Inauguramos nuevas puertas en la piel para vernos penetrados
por aquella corazonada del espíritu.
Milagro engendrado en el beso que llega,
y la ternura tallada en el latir de las miserias.
Así, a puro abrazo,
hemos descubierto una nueva forma de Fe:
El mundo nos teme,
cada vez que decidimos su destino
en nuestro dormitorio.
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