Acá vengo desangrado
con carozos desangrados;
oblicuos los pies de sombras
y ojivas en el olfato…
Un vaso espera en los labios
tantos dioses estrolados
se fueron cuando no estaba:
ni los quiero ni los mato…
Hace rato que la suerte soba
el lomo entre mis piernas;
morir por morir al menos
por una cuestión cualquiera.
Tengo el muñón encendido
y me patina el costado;
llevo la marca en la frente
como aliento condenado.
Voy al tranco dudoso
que las canas me han marcado,
si la parca me sale al cruce,
tranquilo le muestro el barrio.
Tracé en el agua mis logros
y mis vicios en la piedra;
espera ansioso Caronte
mi esqueleto y dos monedas.
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