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lunes, 31 de enero de 2011

Face to face vía mail: Thomás Watkins


         Actualmente, en qué proceso de escritura estamos:
Estoy trabajando en una serie de poemas cuyo tono me cautivó de entrada, es decir lo que se iba manifestando para mí en la relación palabra y melodía. Me he detenido en la disposición textual, la medida de los versos y el encabalgamiento, cuestiones que, pienso, le otorgan a los poemas una sintaxis particular. Estoy disfrutando mucho del proceso. Creo que la gracia está ahí, ¿no? en el acto mismo de escribir, cuando tus sentidos son absorbidos por todo el mecanismo. Dar a conocer una obra es menos importante que su gestación. Valery decía que no hay obras terminadas sino “abandonadas”. Bueno, también es saludable mantener una cuota de desconfianza cuando se está demasiado satisfecho. La autocomplacencia es peligrosa.

Contame dónde naciste y cómo te criaste:
Nací y me crié en Neuquén. En los ‘80 el paisaje era entre urbano y pueblerino, característica de ciudades como la nuestra. Bardas, ríos y deambular por el centro a la hora de la siesta. Podías encontrar lagartijas o alacranes a pocas cuadras de tu casa y jugabas a la pelota en calles por donde no pasaba un auto en horas, las mismas que hoy están plagadas de semáforos. A pesar del tiempo, algo queda de aquellos buenos días.

Cómo surgió en vos este chiste de la poesía:
         El momento en el que me di cuenta de que tenía que escribir fue alrededor de los 17. Había terminado el secundario y rumbeé para Roca a estudiar abogacía. Supongo que la soledad y el haberme alejado de la casa de mis padres me impulsaron a escribir. Me acuerdo que llené un cuaderno, destinado a una de las materias (prácticamente en blanco), en poco tiempo. Escribí torrencialmente aforismos, reflexiones, narraciones y poemas, todo un gran desahogo volcado sobre las hojas. No sé qué había operado en mí. De la universidad, ni hablar. Metí una materia o dos y me volví. Pero ya había picado, ya estaba adentro. Empecé a leer sobre figuras retóricas, métrica y poética. Me entretenía de noche hasta tarde. Seguía acumulando poemas y textos en prosa de todo tipo. Fue una de las etapas más fértiles de mi vida. Luego mandé algunos de ellos a un concurso y gané cuatro premios en tres categorías, lo cual, imaginate, me dio un empuje terrible. Mi primer contacto con escritores fue así, un poco violento y exhibicionista, ¿no? Yo tenía 18 recién cumplidos y me vinieron a hacer una nota para una radio y otra para una revista. No sabía qué decir.
        
Qué te gustaría ser cuando seas grande:
El problema de ser adulto es que tenés menos margen para la inocencia. Me gustaría convertirme en esa clase rara de editor que publica textos exclusivamente de su agrado y no por negocio.

Nombrame dos personas a las que les darías un chirlo en la cola:
Como dijo Pacheco, “cada vez interesan más los poetas, la poesía cada vez menos”, aludiendo al hecho de que son tiempos en los que se presta más atención al rótulo que a la obra, al circo más que al fondo. Los que se merecen un chirlo son quienes, ya sea por vanidad o por ingenuidad, están más preocupados en figurar que en escribir. Ojalá que algún día se den un auto-chirlo quienes mantienen cinco blogs y tres webs cuando se den cuenta de que, por la urgencia de “material fresco”, arrebatan los textos. Pasa en Neuquén y en todas partes. Ser escritor tiene que ser una responsabilidad antes que un privilegio.

Duele ser poeta o es la versión romántica de un hipocondríaco:
Es un tema delicado. Pienso que en el intento por expresar lo sensible el poeta puede confundirse con el objeto observado y, así, pensar que hablar de uno es hablar de todo. Que estés enfermo o pienses que lo estás –o, incluso, que desees estarlo– no te hace mejor escritor. Ningún viaje que te comas garantiza los frutos, salvo, claro está, los del “figuretismo” o de la autocomplacencia.
Hubo enormes escritores que sufrieron padecimientos físicos o mentales pero que no hicieron bandera de su condición. Es más: escribieron a pesar del dolor. Pienso en Bernhard, Dylan Thomas, Kafka, Maupassant, Dostoievski, Nietzsche. Desarrollaron obras indispensables en permanente desventaja. La contrapartida actual es que hay escritores-auto-bombo que dan charlas y talleres pero que, en mi opinión, no son buenos o no tienen nada para decir. Esto contribuye a nivelar para abajo, a que se establezcan, por visibles, modelos mediocres. Yo creo que hay buena literatura y mala literatura, y la distancia entre ellas no tiene nada que ver con el dolor real o fingido (para usar palabras de Pessoa).
                                                                                                
Cómo sentís que debe ser la poesía:
Hay poesía para todos los gustos, afortunadamente. Porque el gusto siempre cuenta, y tu contexto, y tus condiciones como sujeto lector. Los autores que más me gustan son los que no hacen literatura solamente, es decir que no se quedan en la obrita magistral para el estante. La idea más o menos estandarizada de literatura suena a entretenimiento, diversión o enseñanza. Bueno, hay autores que trascienden estas consideraciones, que te ponen en vilo con vitalidad y desesperación: William Burroughs, Dino Campana, Antonin Artaud, Martín Adán, más algunos de los que ya nombré. Si la pregunta apunta a qué espero de la poesía o de la literatura en general, yo espero que sea buena. No importa estética, ideología, época. Se escribe mucho y se publica mucho y la mayoría no es bueno. En este sentido, los blogs, o al menos cierto uso que se hace de ellos, son un arma de doble filo. Tenés inmediatez, pero también falta de revisión y precariedad.
Como escritor pienso que es importante conocer de composición, pero eso tampoco te garantiza que seas bueno, que tengas algo para decir o que no te repitas. Hay buenos poetas que cometen errores ortográficos y malos poetas cuya gramática es muy digna. Mientras, uno ve que en los indispensables la experiencia se traduce en simpleza. A mí me gustaba pensar con Huidobro que no hay que decir “rosa” sino hacerla surgir del texto –omitir aquello de lo que hablás, según Borges–, lo que me sirvió durante algún tramo. Luego, Gonzalo Rojas me dijo que él no se metía con las partes de las flores, pero que esto no era impedimento para ver “el color de la hermosura”. Es decir que todo está ahí, y uno toma lo que puede en el esfuerzo por encontrar la voz propia.

Cuáles son tus obras terminadas y las publicadas:
En 2007 publiqué un libro de poesía intitulado 26, gracias a una buena propuesta de la editorial El Suri Porfiado. Antes había publicado una versión artesanal del mismo libro en 2004, cuando armamos con Celebriedades un pequeño emprendimiento editorial. Por el 2004 también comencé a escribir otro libro que se llama Mitología, con el que gané, ese mismo año, el primer premio de poesía de la Universidad del Comahue. Además me han incluido en varias antologías, algunas de las cuales me alegro de integrar: la convocada por Cristian Aliaga para el Fondo Nacional de las Artes, llamada Poetas novísimos del sur de la Argentina, la Peces del Desierto, coordinada por Luciana Mellado y Jorge Maldonado desde Comodoro Rivadavia, 16 poéticas de la editorial Limón, y la próxima a editarse por la platense “Los detectives salvajes”, a cargo de Julián Axat.

Qué le aconsejarías a los pibes para que no se vuelvan locos con la birome:
No, yo les diría que sí: ¡vuélvanse locos con la birome! Que escriban y que se expresen y que busquen reflexionar cada vez más sobre el lugar que ocupan en el mundo. No creo que la inclinación por escribir en los adolescentes le haga mal a la literatura sino todo lo contrario. Es más: ojalá que exista tal inclinación. Lo invasivo de las nuevas tecnologías genera ruido y distracción. Frente a ello, prefiero que los chicos divaguen escribiendo y tomando mate en las plazas.
Creo que le hace más daño a la literatura, y, por añadidura, a la cultura en general, la mala costumbre de publicar compulsivamente obras de porquería, que, encima, gozan de buena consideración y, en el peor de los casos, terminan en las escuelas. No me quiero poner solemne ni generalizar, por supuesto, pero si a los chicos les das mala literatura es probable que les cueste un poco más despegarse de esos modelos. Entonces digo que habría que revisar la herencia, es decir, qué les vamos dejando los más grandes ¿no?

Hay mucha gente que te considera un artista, pero de qué trabajás:
Trabajo hace once años en el Centro de Documentación del Consejo Provincial de Educación.

Cómo creés que va a estar el clima mañana:
A pesar de que todo tiende a generar una visión pesimista del futuro –porque el presente es bastante desesperanzador–, no hay que dejar de tirar para adelante buscando convertir la mierda en belleza. Tenemos que ser conscientes y autocríticos. El clima de mañana tiene todo que ver con lo que pase hoy.


Bailarina en polvo

Vuelve, estaba imprevisto,
sorprende por mágico
de lo doxa que es pero funciona,
pongo en palabras algo que tu pollera sabe
que ilumina, se abre,
seguro que se abre y que mi oficio a estas alturas es un fraude, otra vez
¡disculpas! es la última, pero
no siempre hay la sangre a mano pero
todo lo que tengo, así entre los dedos
y hasta el sol, lo que perdura
en el vuelo total,
reverberos de la palabra ahora, su costo,
digo
mi cuerpo todo junto y el lugar donde se halla
lo nervioso intelectual, diría todo
más todo el sexo de mi virtud y de mis deudas,
y todo lo que pienso y oigo cuando todo mieda,
todo yo, mi espesor, mi texto en peso,
mi ánima final que testifica el aire,
digo todo y ya es tuyo, y también
mis ganas de tocar
lo vano y justo,
vuelve, es el eco de tu nombre,
Thamar
Thamar
el eco de tu nombre,
Thamar

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