Una carita sucia, a menos de un metro del suelo, se animó: -¿Tenés un caramelo…? –No tenía dulces; me quité la campera y se la ofrecí.
-No tengo frío; tengo hambre… -y se fue, creo que ofendida.
Jamás volví a usar esa campera.
Dejá, no te pongas el saco. Aflojate la corbata y ponete las chancletas; dale, vamos a charlar un rato. De música, poesía, no sé... de todo un poco. Yo te propongo los temas y vos me mandás un mail con las críticas y así vamos, de lengua en lengua. Animate, esta vez invita la casa... ¿solo o con azúcar...?
Un bofetazo cotidiano, que parece normal y no debe serlo. Muy bueno, me quedo pensando en el texto.
ResponderEliminarAbrazo
Triste pero espero que la campera no este guardada. Servira para otra persona, lo rechazado por alguien es aceptado por otro. A lo mejor a vos te pidio el caramelo y siguio su camino y se encontro con algo mejor. Ojala. Lo llamo esperanza.
ResponderEliminarBesos.