Hice escombros este vaso
apurando una rabia cruel.
La calle es un beso frío
y luces rojas de burdel.
Me echaron del Mc’Mierda
por la pulpa de una pendeja.
Este instinto de madeja
es suspiro de cañón.
Por la noche estoy cansado
y cómo late el muñón.
Hoy zafé del queso viejo
y en las tejas el viento quieto.
Otra vuelta y me clavo
al grumete del rincón;
el alcohol enroca penas
al oído del montón.
Ser débil es una rutina
a la sombra de mi espina.
Destrocé las sillas viejas
y me tragué dos botellas;
la sonrisa es golpe bajo
cuando me acuerdo de ella.
¿Cuánta ginebra y nicotina
hace falta
para caer en la ruina?
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