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jueves, 24 de marzo de 2011

Face to face vía mail: Soledad Arrieta



-¿Qué te trajo a este desierto?
La necesidad de, a través de la ficción, tomarle el pelo a quienes quizá lo noten y quizá no, aunque seguramente no. Pero como también escribo, muchas veces, sin ficcionar nada, busco hacer un poco de justicia por pluma propia (y, por qué no, colectiva también). No sé si sirve o no desde mi lugar pero, en general, creo que debería ser la función del arte.
-¿Qué es el arte?
El motor inmóvil de las sociedades. Y hoy, particularmente, la potencialidad de una revolución.
-Cuando eras chica, ¿Llorabas mucho?
Uff, muchísimo. Era insoportable.
-¿Creés en los platos voladores?
Soy un poco escéptica, pero no tan ególatra como para creer que somos los/las únicos/as en el universo. De hecho, creo que podemos llegar a ser el sueño de algún/a extraterrestre, o algo así. Igual prefiero no pensar en eso, porque después no puedo dormir.
-Alguna vez, ¿tiraste la primera piedra?
Seguramente. Todos/as tenemos esa gran dosis de hipocresía alguna vez.
-¿Duele ser artista o se la creen para pasarla mejor?
Depende. No creo que duela en el sentido que le dan los/las que miran desde afuera pensando “a este/esta le pusieron los cuernos, le pegaban de chico/a o no entiende nada de la vida”. Para mí ser artista es una filosofía. Cuando uno/a empieza a encontrar arte en las calles de una ciudad de mierda, porque no la tolera más, se da cuenta que es más una respuesta que una espina clavada. Lo que sí duele (o, mejor dicho: cuesta) es ser artista en este sistema.
-¿Existen las brujas?
No creo en nada de eso. Sin embargo sé que, si quiero, puedo salir volando en una escoba, como cualquier otro/a. 
-¿Creés que los artistas deberían trabajar de otra cosa?
No, para nada. Me preocupa demasiado lo dificultoso que es “vivir de…” el arte. Pero con paciencia, con ganas, con esmero, puede llegar a ser. El problema no es el arte en sí, ni mucho menos los/las artistas. Radica en el sistema y la idea que nos metieron en la cabeza de tener un trabajo fijo, un sueldo a fin de mes, llegar a tener una casa, estar estresados y putear todo el día (el modelo de “adulto/a ideal” con el cual la mayoría vive  angustiadamente feliz). Si se puede romper con ese paradigma, todo es posible.
-¿Qué preferís: vivir o durar?
Vivir, sin lugar a dudas.
-¿Cómo creés que va a estar el clima en los próximos días?
Ni una nube, ni una ráfaga, ni un gradito de menos ni uno de más. Una quietud que da miedo. Pero ojo, que de un momento a otro puede cambiar (llevar paraguas).


Extraterrestres

El paisaje monótono me generaba un aburrimiento indescriptible, hasta que apareció la nave espacial junto al colectivo en que viajaba y pude ver a ese extraterrestre parado frente a mi ventana, inspeccionando. Al cabo de unos minutos, muchos de ellos rodearon el vehículo y lo destruyeron con ametralladoras creyendo, en su ignorancia, que habían asesinado a todos los que allí viajábamos.
Al ingresar al micro y descubrirme, uno de ellos me dijo algo así como “venimos en son de paz” y yo pensé inmediatamente “estos deben ser los neuróticos asesinos de la Tierra”, mientras agradecía una vez más a la vida ser habitante de Marte.



Poetiza

—¿A qué te dedicás? —me preguntan a menudo.
—Soy poetiza —respondo orgullosa.
—Pero, ¿de qué trabajás? —insisten.
—Mi trabajo es escribir.
—Bueno, ¿cómo comés?
—Con lo que escribo.
—¿Quién te paga?
—Nadie.
—¿Con qué comprás la comida?
—No compro comida.
—¿Qué comés?
—Hojas —en este punto la conversación se vuelve tediosa y la cara de mi interlocutor siempre denota desprecio—. ¡Como hojas y bebo tinta! —reafirmo.
—Disculpame, pero ¿no te cae mal alimentarte así? ¿No te genera indigestión, por ejemplo? —ríen.
—No, porque luego vomito poemas; pero no te esfuerces —vuelvo a sentirme orgullosa—, jamás lo entenderías.

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