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domingo, 20 de febrero de 2011

Opinión: Comparaciones

          En cierta ocasión, un año de estos que pasó, junto a mi familia, fuimos de vacaciones a la localidad de Merlo en la provincia de San Luis. No les puedo explicar la paz y la calma que se respira en el ambiente, la belleza del lugar y, sobre todo, la calidez de la persona nacida en la provincia. Si lográramos juntar a todos los habitantes, estoy seguro, lograríamos una sola, franca y amplia sonrisa; se desviven por hacer pasar al visitante un gran momento en su lugar de residencia, brindándole todo tipo de servicios y consejos para pasarla mejor. Pero, ¿ a cuenta de qué viene esto? Paso a explicar. En cierto momento nos encontrábamos perdidos en las sierras, mi familia y yo, escalando y recorriendo senderos por entre la maleza, parecía que jamás volveríamos al auto que dejamos estacionado en las puertas de un convento, al pie del cerro. En eso estábamos, discutiendo qué sendero tomar, cuando, por entre la matas, aparece un lugareño, vestido a la usanza en la zona (alargatas y bombacha de campo) con un chaleco amarillo baliza cubriendo su pecho y espalda. "Buenas" dijo sin más "¿Necesitan ayuda?". Lo primero que debe haber surgido en la mente de todos mis parientes debe haber sido la pregunta "¿qué hace este tipo acá?", sin embargo le explicamos que estábamos perdidos y que queríamos llegar al auto estacionado frente al convento. Con una amplia sonrisa abrió una matas que nos tapaban la vista y pudimos ver nuestro auto y la entrada al convento. Nos explicó qué camino tomar y nos dijo que cuando nos vio subir nos siguió porque decía que mucha gente se perdía entre la maleza... Le agradecimos y bajamos al auto. Por la noche, en la cabaña, repasando el día y llegado el momento del episodio con el paisano y su sonrisa, nadie supo cómo explicar el hecho de que nos siguiera sólo para darnos una mano cuando llegara la hora de volver. "Es la primera vez que vemos un gesto así", repetía yo sin cesar y mi familia aprobaba. Rápidamente, aunque las comparaciones son odiosas pero indispensables, pensamos en nuestra provincia y la gente... Dios mío, cuánto nos faltaba por aprender: humildad, respeto por el visitante, disposición, tolerancia, paciencia... en fin, mil cualidades que en una de las provincias más visitadas por el turismo internacional (hablo de Neuquén) está a años luz de distancia. Lástima... Podríamos aprender de a una, aunque sea una por año; estoy seguro que la cosa cambiaría no sólo para el bien personal sino también en beneficio de los que nos visitan.

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